Intervención quirúrgica, mi experiencia.

Hoy me voy a alejar, si me lo permitís, de la línea que intento seguir con el blog. Hoy voy a expresar mi experiencia reciente que también servirá para dejar que salgan emociones y recuerdos que permanezcan.
Apenas el lunes era intervenida por primera vez en mi, ya madura, vida. Ha sido una operación ambulatoria aunque un poco más y me quedo allí.

Es increíble lo nerviosa que me pongo ante lo nuevo y, sobre todo, lo relacionado con los médicos. Mira que ya debería estar más acostumbrada pero sigo en un estado entre bloqueada y valiente, algo que aún no controlo y creo que no lo haré.
El caso es que mi hermana, eternamente agradecida, una vez más fue la encargada de acompañarme en esta experiencia. Desde el domingo por la noche mi mente era una tormenta de ideas, pensamientos y he de decir que poco recomendables la verdad.
Lo bueno es que gracias a mindfulness me doy cuenta de qué tipo de pensamientos son y trato de luchar contra ellos de modo que no me hagan anular todo, que he de decir, ganas me dieron.
Esa noche, imaginaos, sin apenas dormir, en este estado duerme vela que no hace sino provocar mas ansiedad mental.
Pero bueno, no me levanté muy mal y me dio tiempo hasta a meditar unos minutillos antes de salir de casa. Eran las 6.50 de la mañana.
Todo preparado de documentación, con la ilusa y por un momento actitud de niña de: "igual no me operan que estoy algo congestionada".
Pero no. La mujer adulta que llevo dentro de sobra sabía que era necesario por las repercusiones en mi cuerpo y salud que tanto me está costando mantener bien. 
Pensaba que era por mi bien, que yo había tomado la decisión y que adelante.

Marchamos y entre atasco y atasco yo no paraba de pensar en que, aun siendo poco probable, podría ser que algo saliera mal y no dejaba de pensar que no me habían preguntado mi grupo sanguíneo. Fijaos como es la mente, la "jodia" siempre te recuerda lo peor, tus puntos débiles, esos pequeños detalles que te hacen sentir insegura. Y también pensaba que todos los que quiero saben que les quiero, por lo que pudiera pasar, lo que también me tranquiliza.

Y ya los nervios... pero me compré una mascara cojonuda que hace ver que soy la serenidad personificada en tiempos revueltos, además que creo que ya es una segunda piel. Otro día hablaré de esas máscaras que tanto tiempo nos molestamos en fabricar y que tanto cuesta luego quitar, que lejos de hacer bien nos impiden avanzar. Yo estoy trabajando en tantas y tantas máscaras que me h ido fabricando.

El caso es que llegamos a Aravaca, ahí al ladito, y se me pareció a un hotel, así es lo privado a veces. Pero solo al entrar, claro. Luego ya vino mi amiga Noelia, a quien estaré eternamente agradecida desde el fondo de mi corazón. Y las tres subimos a la "suite". 
Helada, porque el cuerpo tiene curiosas formas de defenderse y de hacerte saber lo que sucede cuando no le haces caso, subí la temperatura de la habitación a 26 grados buscando un calor que no era tanto físico sino más bien emocional.
Estuvieron dándome conversación y, aunque estaba prestando atención, mi mente no dejaba de pensar en la batita esa del culo al aire, en la habitación fría, en la "soledad" acompañada de  ciertos momentos que me recordó a tiempos no tan lejanos y realmente oscuros. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando apenas unos minutos, fueron mis queridas acompañantes a por un café, que yo estaba en ayunas pero ellas evidentemente no tenían porqué.
Apenas 10 minutos estuvieron fuera y se me parecieron todo un mundo. Ahí se me pasó de todo por la mente, agradecí el estar acompañada porque no todo el mundo puede decir lo mismo. Agradecí las llamadas, mensajes, whatsapp, todos de ánimo y energía. Qué importantes que son, ahí si que las redes sociales hacen honor a su nombre, porque si que tuve miedo y me reconfortó recibir los buenos deseos.
Ahí aparece el miedo, sí, sientes miedo, a que no salgan las cosas bien, a cómo te vas a despertar, cómo te vas a recuperar, a tantos cómo que aparecen una y otra vez en tu cabeza.
Y bastante puntuales, a las 10.20 más o menos, venían para llevarme al quirófano. Agradecí enormemente esos besos y abrazos antes de salir por la puerta.

Ahí estaba yo con ese "trapo", sola, metida en la cama como si fuera un escudo la sábana que me tapaba, bajando al quirófano. Y sí, fue como todo el mundo me había contado, frío, muy frió. Muy blanco y frío. 
Pero vas sola, confías en que te lleven donde te tienen que llevar, que salga todo bien y esperas que la anestesia tarde nada y menos.
A lo lejos, las puertas se abrían ante mí lentamente, ví a la que me operaría y me volvió a contar el proceso. Sinceramente, poco retenía y mis ojos debían ser un poema porque llegó la anestesista y me dijo "tranquila, no te vas a enterar de nada". Me subí a la camilla e inmediatamente estaban con la vía y la máscara se acercaba a mi boca mientras la anestesista creo que trataba de decirme que iba a ser un momento.
Mi último recuerdo, esa luz azul redonda encima de mi cabeza y algo me dijo la anestesista pero ya caí inmediatamente en manos de la anestesia general.
Cuando abrí los ojos por primera vez vi, en un reloj, a mi izquierda, las 13.15. Increíble como pesan los párpados, como el cuerpo se despierta y la felicidad duró poco, a los diez minutos ya estaba mi tensión subiendo y bajando y ya notaba como me habían tocado por dentro.

Enfermeras super agradables preguntando que tal estás y tu, no estás. Sigues medio en alfa, en beta, con dolores, malestar, frío, mucho frío, un dolor de garganta que aun hoy me dura. Y me ponen en el gotero cosas, me preguntan por el dolor y bueno, después de los brotes del Crohn creo que tengo el umbral del dolor alto o al menos eso me dijeron, así que un cuarto de hora más tarde medio bien. Y, de repente, un pico de dolor hace que la tensión me baje mucho, tanto que pita la máquina y llega la enfermera para regañarme mientras me dice que me va a poner morfina y que no me aguante el dolor.
Era otro dolor, conozco el del intestino pero no conocía la intensidad tal que podía venir de mis entrañas. Y en 10 minutos la minucia de morfina que me acababan de poner, había hecho efecto y otra vez estaba medio bien pero hasta que no se regula la tensión no puedes subir y se te hace largo, muy largo.
Ves entrar y salir gente, algunas se quejan, otras lloran, cada uno supongo que lleva la experiencia como puede. Y sola. Ahí no hay gente conocida, solo enfermeras, médicos, cirujanos que van y vienen preguntando, mirando tu ficha una y otra vez y tus constantes.
Y ya por fin te dicen que te van a subir y sientes alivio, tienes tremendas ganas de ver alguien conocido y relajarte porque te das cuenta que estás tensa, ansiosa, nerviosa, vulnerable, y odias esa sensación. 
Estás en un estado dividido, creo que esa sería la palabra. Tu mente de una forma y tu cuerpo de otra. Y el tiempo pasa muuuuuy lento mientras ves caer las gotas del gotero que tienes sobre tu cabeza. Mi hermana me contaba cosas pero de pocas me enteraba, la verdad.
Y ya a las 18.50 salíamos de allí para venir a casa.

Me quedo aquí, una experiencia más que probablemente tenga que repetir porque no siempre sale todo de la mejor forma posible y, seguramente, será algo parecida pero siempre diferente. Agradezco una vez más todos los mensajes, llamadas, visitas y muestras de afecto. 
No lo toméis a mal, pero lástima que tenga que llegar estos acontecimientos para que se diga a los que quieres que los quieres. 
Lo que sí me he dado cuenta que hay mucha más gente ahí de lo que pensaba, cada uno me lo ha hecho hacer ver como sabe, puede, es capaz de expresar y eso me ha hecho sentir querida, que no está nada mal.
Es cierto que solo 1 de cada 250.000 personas mueren por anestesia, pero ¿quien sabe quien tiene la pajita corta llegado el momento? no sabes qué puede pasar, nunca.
Se nos olvida, lo ignoramos, lo queremos desterrar de la mente, pero es un hecho que está ahí y no sabemos cuando pasará. 
Por eso hay que sentir más y pensar menos, vivir más intensamente, probar cosas, atreverse, puede que mañana no tengas la oportunidad.
Afortunadamente todo va bien y la recuperación está siendo buena, pero el cuerpo va a su ritmo y no valen prisas, al final en toda intervención se pierde sangre, el cuerpo sufre una agresión y tienes heridas internas. Así que sí, es momento de dejarse querer, reposar, recibir visitas, charlar, leer, etc.

Si te toca afrontar una intervención procura ir concienciado, acompañado y soltar todas esas emociones de una u otra forma, por ejemplo, escribiéndolo en un blog. 😉 Recordad que emociones expresadas, emociones superadas.

Gracias por escuchar.

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