Cuando te asomas al abismo de la vejez.
Al final este blog no deja de ser un medio donde compartir conocimientos y experiencias que vivo y que voy desarrollando.
Hoy toca hablaros de ese tema que llega tarde o temprano, la vejez. Mis padres están delicados de salud, ya tienen mas de 75 años y empiezan a denotarse los achaques de la vida, nada fácil para ninguno de los dos.
La cuestión es que aceptar que vamos cumpliendo años, que ya no estamos todos ni tan ágiles ni tan lozanos cuesta. Imaginaos lo que es llegar a edades avanzadas en pleno uso de tus facultades mentales pero las físicas ya empiezan a precipitarse al abismo de la vejez.
Esta pandemia y el confinamiento ha mermado significativamente la calidad de vida de todos. A todos nos ha afectado, aunque muchos lo niegan otros se hacen los fuertes y otros es cierto que tenían herramientas que los han hecho pasarla "bien".
La verdad es que a las personas mayores les ha afectado más. Limitar el ejercicio físico, por poco que fuera, las visitas que suponen en muchos casos el nexo de unión con la vida propiamente dicha, el desarrollo de sus rutinas, ha mermado su cuerpo, su mente y sus emociones.
Si a los jóvenes nos cuesta aceptar, asumir y trabajar la parte mental y emocional, os podréis imaginar a las personas mayores.
Yo que estoy estudiando psicología y que he acudido a psicoterapia cuando así lo he necesitado y en breve acudiré otra vez porque necesito herramientas que me ayuden a transitar por esta etapa que no ha hecho más que comenzar, veo como mis personas más cercanas, en general, se muestran reticentes a acudir a consulta. Y personalmente, creo que no, no estamos bien, estamos todos afectados porque no nos comportamos como somos, estamos en general "raros", distantes, diferentes y eso es porque todo esto nos afecta más de lo que nos gusta asumir.
Mis padres se resisten a gestionar sus emociones, sus limitaciones, sus miedos y es por eso que tienen cada vez más ansiedad lo que perjudica toda una situación nada fácil de gestionar y donde ves como sufren sin poder hacer nada al respecto.
Nuestros padres. Esas personas que nos dieron la vida, que lo hicieron lo mejor que pudieron y nos vieron crecer. Aquellos que acompañaron nuestros primeros pasos y escucharon nuestras primeras palabras.
La tercera edad es una etapa complicada y más en nuestra sociedad donde parece que si no trabajas, sino haces, no aportas. Al dejar de trabajar el estatus social decae: la sociedad deja de considerarlos un miembro activo y nos relega a segundo o tercer plano. Parece que las personas mayores no tienen que aportar y tienen la sensación de molestar.
más tarde o más temprano, empiezas a observar como tus padres son incapaces de valerse por ellos mismos. Y esto no es sencillo de aceptar. Asimilar tantas pérdidas resulta confuso y frustrante para ellos, y posiblemente se sienten tristes, enfadados y solos.
Y nosotros, los hijos que lo vemos ,nos sentimos frustrados también, no sabemos exactamente qué hacer, nos ponemos tristes, aparece la culpa, el remordimiento por tener que compaginar tu vida con todos estos cambios. Son tiempos en que te hacen preguntas para las que no hay respuestas. Si alguno de ellos encima es de carácter férreo e inflexible se torna más difícil, y gestionar conversaciones que acaban en enfado, consume mucha de tu energía. Al final estás siendo testigo directo de su decadencia. Intentas aportar, pero ves que cae en saco roto, y toca aceptar que ellos eligen cómo quieren llevar esto.
Representa un fuerte impacto emocional el paso del hijo al nuevo papel de convertirse en cuidador, te das cuenta que ya no te van a cuidar, no van a estar para ti, sino que eres tú el que tienes que estar para ellos. Son momentos de dificultades para organizarnos y acompañarlos. Por eso, a nivel personal, he decidido que he de acudir a psicoterapia, me está costando mucho estos primeros pasos, se me está haciendo duro y mi relación con mi madre, que la adoro, es muy cercana con lo cual verla así de débil, pachucha y delicada me duele, como se suele decir, en el alma.
Para que el camino sea más fácil, toca el costoso camino de que aceptemos las limitaciones que tienen para así ejercer el respeto, la paciencia y el espíritu de servicio, fundamentados en el amor agradecido. La aceptación nos llevará, también, a no convertirnos en rígidos ni mandones (yo suelo ser mandona cuando veo que la cosa cuesta mucho), sino a responder a lo que el abuelo pida, teniendo en cuenta lo que desea. A priori parece fácil, pero ya os digo que no lo es.
La mayoría de ancianos prefieren quedarse en su casa, es su ámbito conocido, el que les da seguridad, es su zona de confort y donde están todos sus recuerdos por lo que, cuando es posible, haces lo necesario para que puedan estar ahí atendidos correctamente. Resulta fundamental turnarse para su atención siempre que sea posible y así compartir esta etapa, que es la final y tenemos que asumirlo, para aquellos que nos dieron la vida.
Se trata de cada día, tener una actitud paciente y positiva, tratar de disfrutar cada segundo a su lado y seguir aprendiendo de ellos. Poder abrazar a tus padres hoy es un regalo, yo estoy intentando disfrutarlo y llevarlo lo mejor posible.
Gracias por escuchar. Todos, tarde o temprano, pasamos por todo esto. Siempre lo hago con pretensión de compartir por si alguien le ayuda.
Y siempre lo digo, si ves que estás atravesando una época difícil que te afecta a tu día a día, a tu forma de ser, acude a los profesionales de la salud mental para que te ayuden.
También expresa a tu círculo social más cercano lo que te sucede para que puedan atenderte y apoyarte, lo vas a necesitar, es momento de pedir ayuda a los que te quieren para que te hagan toda esta etapa más llevadera .
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